lunes, 4 de enero de 2010

Coloquios cafeinados

A compensaba la gélida tarde neoyorquina a orillas de un brownie flotante, -nada como amistarse con una buena dosis calórica para hacer esta época del año más llevadera-. Por cierto, si hay algo que ofrece esta ciudad son madrigueras. Pequeños, medianos y grandes cafés en los que ivernar en compañía de un buen libro o compartiendo unas risas entre amigos. A falta de ambos, siempre te quedará el vecino de mesa, ese ser curioso que aprovechará cualquier movimiento para entablar conversación.

(Advertencia a los más antisociales: evitar este tipo de espacios. La mayor parte de los habitantes de la gran manzana se perdió aquello de “no hables con extraños”.)

Esta vez el entretenimiento de A pendía de una de estas conversaciones que surgen de un “I’ll have a…” y culminan en un complicado cálculo del dichoso tip (ejercicio en el que, sin ánimo de ofensa, los europeos no brillamos). Más conocidas como “tertulias del huerto”, pues tanto brotan tomateras como malas hierbas. Filosofía y cotilleo, paradójico dos en uno que, acompañado de una buena taza de café, se debaten el top ten de mis momentos favoritos.

La segunda culpable de que a más de uno le pitasen los oídos esta tarde era yo. Entre tema y tema, una perla: “¿por qué no creas un blog?”. Y así, tras un bla, bla, bla sobre los pros y contras de la cultura Blogger, A aniquiló un brownie que nunca llegará a ver realizada esta iniciativa. Estés donde estés, perdónala. Por mi parte sólo me cabe agradecerle a A su confianza o su insensatez. Sea como sea, si sale mal la cosa, perdonadla también vosotros.

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