jueves, 18 de febrero de 2010

Hoy toca

Cada no sé cuántos días tengo uno de esos días. Sí hombre, sí. Aquellos en los que te levantas contenta y repasas las alegrías que te ha dado la vida últimamente para ver qué ha podido provocar tanto optimismo de golpe. Vale, de acuerdo, hay muchas cosas de las que alegrarse y dar gracias, pero ninguna fuera de lo normal. Pero sonríes.
Te miras al espejo mientras te lavas los dientes y sonríes al verte la boca rebosando de espuma. Te lees la caja de cereales mientras desayunas y sonríes al descubrir que los cornflakes también sirven para rebozar meatballs. Te pones los calcetines, descubres que uno tiene un agujero y sonríes porque se te asoma el dedo. Sí, en lo que llevamos de mañana habré sonreído ya como 30 veces.
Repaso mi semana y entre lo más destacado resalta un tajo que me hice en el pulgar haciendo sangría, un viaje de dos horas ida y  dos horas vuelta a Staten Island para una entrevista y otra tormenta de nieve. He tenido semanas mejores, la verdad… Pero me veo reflejada en la pantalla del portátil y, ¿sabéis qué? ¡Bingo! Sigo sonriendo.
Podría achacarle al colacao mañanero este efecto happiness, pero creo que cada no sé cuántos días toca tener uno de esos días porque sí.
Porque a pesar de la doble sangría que acabé montando, mantengo mi pulgar intacto; porque el commuting a Staten Island duró cuatro horas en vez de cinco y porque gracias a la nieve he podido estrenar mis moon boots.
Todo tiene su lado bueno y su lado malo. Y, aunque a veces parezca difícil alejar la vista del malo, un día como hoy te levantas y te das cuenta que es cuestión de tiempo y que el único lado que persiste es el bueno.

Aquí va un regalito para todos aquellos que deseen contagiarse del “virus rosa”, 5 minutos preciosos recién extraídos de la guinda que adorna las salas de cine americanas estos días, Crazy Heart.  ¡A disfrutarlos!

martes, 9 de febrero de 2010

Sinclair en NY

El señor del tiempo anunciaba tormenta de nieve para hoy. Los colegios públicos llevan cerrados todo el día y han eximido a los niños de clases hasta mañana. Dicen que más vale prevenir que curar, ¿no? He aquí otra perlilla neoyorquina, la cautela.

Pecar de previsor es ahorrar en remedios, aunque alguna que otra insensatez de vez en cuando no hace daño, ¿no? Que me lo digan a mí... Creo que mi cupo de locuras 2009 lo sobrepasé, entre otras, al venirme aquí. Queda pues por estrenar el boleto 2010 y algo me dice que a mi este año me caduca en marzo. ¡El tiempo apremia! ¿Cómo hacer buen uso de él? Difícil decisión, más cuando está en manos de alguien que puede tirarse más de dos horas decidiendo con qué modelito deleitar a un viernes-noche barcelonés.

Un día alguien me habló de un tal Sinclair... un chico bien nacido en mentes Hessesnses, cuyo inconformismo social le llevó a huir de su cómodo nicho familiar. Rechazó una vida pre-planeada para replantearse su rol en este mundo. Lejos de tacharme de inconformista yo también, no puedo evitar sentir cierta empatía hacia el muchacho. Es lo que tiene dar rienda suelta a los interrogantes que suspenden la vida, dar alas a la duda. Supongo que todo ser pensante simpatizaría con Sinclair en cierto punto. Sí, incluso yo utilizo el coco para algo más que decidir dónde me pongo el clip. El problema es que últimamente estoy abusando de mi hemisferio irracional. Me bulle la parte derecha del caldero que da gusto, pero es que, vistos los tiempos que corren, la creatividad es la única cualidad que queda por exprimir. 

Retomando a Hesse y su afán por escuchar al niño que todos llevamos dentro, estos últimos días me dabato nuevamente ante la insensatez y la sensatez. ¿Es sensato apostar por lo seguro si implica desatender los "propósitos del alma"? ¿Es insensato seguir abriéndose paso a tientas y apostar sin garantías de ganar?

Se acerca el momento de echar las cartas y no sé qué baza jugar. La impaciencia y el desconcierto son póquers que forman parte de esta baraja.

domingo, 7 de febrero de 2010

Brodway walk

El domingo pasado tuvimos el inmenso placer de cumplir el último antojo neoyorquino de una gran amiga, un gran reto que animo a todos los visitantes de NY a realizar. 5 inconscientes nos armamos de valor y "calentito-pack" en mano, nos calzamos las bambas, llenamos la mochila de existencias y pusimos rumbo a la 225th. Misión: recorrernos Broadway de norte a sur de Manhattan. 22km a 8º bajo cero. Metreamos hasta el puente fronterizo con el Bronx y tras la foto protocolaria de grupo pusimos el cronómetro a cero y a caminar! 

Sin a penas darnos cuenta dejamos Inwood Harlem y Washington Hights atrás en el mapa en cuestión de hora y media. 100 calles que culminaron en una fugaz parada de cortesía en el campus de Columbia. 2 fotitos y un fugaz sandwich de pavo más tarde, retomamos la marcha hacia Battery Park, límite sur de la isla desde donde salen los ferrys hacia Staten Island.

A partir de la 90th los carteles en español fueron difuminándose entre edificios majestuosos para dar paso al Upper West Side, barrio bien cuyas aceras se tornan cada domingo en un variado desfile de cochecitos, caniches ornamentados y parejitas in love. En pleno corazón residencial de la gran manzana se sumaron otros dos intrépidos al clan de senderistas urbanos. Ya somos 7!


A medida que aumentaban los suspiros menguaban los números de las calles. Pasado el tramo del Central Park llegamos a Columbus Circle, la 59th. Luces, cámara, acción! Carteles luminosos, pancartas publicitarias y teatros anunciaban la llegada de Times Square, la jungla de Midtown. El paseo se convirtió en una carrera de obstáculos. Aquí el fenómeno shopping no da tregua ni los domingos. Entre visas escaldadas y bolsas de Gap, Abercrombie, American Eagel y Macy's logramos abrirnos paso hasta Madison Square. Para cuando llegamos a Union Square el mercadillo ya veía cerrar sus últimos tenderetes y el sol empezaba a presentar dimisión. El Noho dio paso al Soho, donde se nos unieron los dos últimos fichajes del Broadway team, Marta y Toni, que portátil en mano nos escoltaron en la etapa final, el Financial District. A orillas del Hudson, Broadway se desvaneció entre la ya oscura tarde invernal. Meta alcanzada! 5 horas y media que entre sonrisas de satisfacción y gritos de júblio plasmamos en la gran foto de clausura. La ceremonia de la victoria tubo lugar en el último Starbucks de la isla. Un brindis de café latte después, vi cumplido el sueño de una amiga y finiquitado uno de los mejores domingos de mi vida.

sábado, 6 de febrero de 2010

NY al desnudo

Nueva York pertenece a esa clase de lugares que te hechizan lentamente sin que te des cuenta. Es como uno de esos amantes misteriosos que va seduciéndote sutilmente y para cuando quieres darte cuenta ya es demasiado tarde, te ha hecho suya. Su arte es el sigilo y tu condena el cautiverio. Parece que la ciudad se desnude lentamente ante ti y cuando crees que va a sacarse la última prenda descubres que aún faltan algunas capas hasta llegar a la guinda del pastel.

El as que se reservaba en la manga para hoy es Inwood, la última tajada de Manhattan situada al noreste de la isla que limita con el Bronx. Un pellizco dominicano que se debate junto a Harlem el nicho por excelencia de la comunidad hispana. Abundan os Ortega, Santiago, del Monte y Rodríguez. Salir de la parada 190 de la línea A es como aterrizar en pleno Santo Domingo. En vez de palmeras te encuentras con farolas, pero la atmósfera que las rodea sigue siendo 100% denominación de origen.

Entre colmado y colmado un puesto de plátanos adorna las aceras. El murmullo del tráfico se ahoga en ritmos latinos. Carteles y pancartas españolas eclipsan la lengua autóctono. Los carritos de compra ruedan al son de la bachata por los supermercados. Dos culturas solapadas en vías de fusión, juntas pero no revueltas. Un “Rey del Furniture”, un “Mundo Shopping” o un “Morena Beauty Saloon” hacen gala del fenómeno Spanglish.

Sí, la cultura yankie tendrá sus menos, pero si en su cuna real se mecen tantas culturas sin tirarse de los pelos, quizá vaya siendo hora de guardar algo de saliva para piropearla también de tanto en tanto.

Hay un Nueva York más allá de la antorcha del Hudson o del montón de cemento que conquistó King Kong, es cuestión de prestarse a la seducción y proponerse desenmascarar al anfitrión. Más que una gran manzana, esta ciudad parece una gran cebolla. Entre capa y capa quizá hasta brote alguna lágrima, pero de emoción!

jueves, 4 de febrero de 2010

Agradecimientos

Parece que no nos cansamos de repetir que los días pasan volando, pero es que realmente, el tiempo se te escurre de las manos y para cuando te das cuenta, “zas!”, ya estás hablando en pasado.

Parece que fue ayer cuando me planté delante del ordenador para comprar los billetes. No acababa de creerme que en cosa de un mes me plantaría en NYC. Pero sin darme cuenta llegó Septiembre y allá estaba, entre rascacielos y delis, tan campante. Sin saber bien cómo fui construyéndome una rutina a base de clases de teatro, cursos de publicidad, entrevistas, auditions y algún que otro currele esporádico. Sí, ha llovido desde entonces y mucho, pero al volver la vista atrás me doy cuenta de que durante toda esta trayectoria he estado muy bien acompañada. Nada de esto hubiese sido posible sin el apoyo de todos aquellos a los que hoy dedico mi media horita de inspiración Blogger.

En primer lugar quiero agradecer a mis padres su apoyo incondicional por no dejar de mostrarse entusiastas ante mi espontánea decisión de fuga. Desde el día 1 me animaron a lanzarme a la aventura, sonrieron al verme sonreír y se alegraron al verme contenta, deseándome una experiencia enriquecedora, confiando en mi iniciativa y ayudándome a dar este paso. Sin ellos no estaría aquí, así que les cedo a ambos el primer puesto en mi ranking de agradecimientos.

A los amigos y familia que dejé atrás, pero que sin embargo me han acompañado día a día con mails y llamadas de apoyo decirles que, a pesar de la distancia, nunca los había sentido tan cercanos. Gracias.

A los nuevos que han ido brotando por el camino desde que llegué aquí, más de lo mismo. Mi enamoramiento de NY se hubiese reducido a un inocente flirteo, si no hubieseis recorrido conmigo de la mano cada uno de los rincones de esta ciudad. Cada una de las anécdotas que decoran mi memoria de estos 6 últimos meses se la debo a vuestra compañía, paciencia, soporte, risas y alegría. Teclearía entre carcajadas cada una de las historietas por las que hemos pasado, pero confío en que también vosotros las guardéis con cariño en vuestro álbum mental y os las reservéis para comentarlas y re-comentarlas en todos los reencuentros que nos depara el futuro. Ari, Sof, Marta, Toni, Marçal, Guillaume, May, Zoë, Álex… thank you all!

           

A mis visitas, aquellos que invirtieron sus respectivos “breaks” en doce horas de avión y unos días por la gran manzana, sólo para verme. Habéis animado mi estancia y centrifugado mi rutina. Lo he pasado en grande con cada uno de vosotros, he disfrutado de teneos cerca y me ha hecho una ilusión loca poder compartir con vosotros mi pequeña nueva vida neoyorquina. Más que un orgullo ha sido un regalo poder ejercer de anfitriona! Merci a tos, Martu, Jordi, Cris, Byron, Bea, Pepe, Pucho, Guille y Jandro!


Y cómo no, gracias a Uschi, Roberto y Jorge por haberme brindado unas Navidades tan originales, tan mágicas y tan aventureras. ¿Quién dijo que no pudiese plantarse un árbol de Navidad entre llamas y alpacas? Habéis llenado mi disco duro mental a base de anécdotas miles y momentos inolvidables. Buf… mis más sinceras GRACIAS en mayúsculas por hacerme sentir parte de un año tan especial para vosotros. Lo sumo sin duda a mi top ten en viajes y os deseo que sigáis disfrutando de esta fantástica experiencia, aprendiendo y exprimiendo cada país y cada lugar que tenga la suerte de acogeos.


Sí, el tiempo pasa volando. Un día miraré atrás de nuevo y también este momento me quedará lejano. Pero esté donde esté para cuando ocurra, sé que lo recordaré esbozando una sonrisa de satisfacción.

 

¡Gracias!