jueves, 28 de enero de 2010

Oh happy day!

Estaba hoy nuevamente en el metro de vuelta a Brooklyn cuando tres individuos han abordado el tren. Han sacado sus taburetes plegables, se han instalado en medio del vagón y han animado dos o tres paradas de trayecto a base de rítmicas melodías. A golpe de bongo han catapultado a más de uno del asiento. Un pasajero no ha podido resistirse y ha acabado dando rienda suelta a sus caderas, deleitándonos con un meneito al más puro estilo Brasil. Varios más hemos sucumbido a la atracción de la improvisación subterránea, acompañando el show con energéticas palmadas.

Realmente, no hay nada como las sorpresas que te llevas en los commutings de Nueva York. ¿Recordáis el anuncio de Marca donde un ejecutivo inspira al resto de pasajeros del metro, cual entrenador de fútbol? Pues al llegar a mi parada me sentía igual. He pisado el andén con firmeza y me he dicho “¡tú puedes!”.  ¿Por qué no? ¿Acaso no es esta la ciudad de las oportunidades?

La vida nos sonríe a diario y con las prisas a veces se nos olvida devolverle la sonrisa. Hoy he decidido que no solo voy a corresponderle, sino que voy a dedicarle un guiño extra. 

lunes, 11 de enero de 2010

Buenas noches

Él recuerda aquellos años como si mirara a través del un cristal de una ventana cubierta de polvo. El pasado es algo que podemos recordar pero no tocar y todo lo que se recuerda es borroso y vago. (Deseando amar)


Volver al pasado es como pasar la yema de los dedos por un marco polvoriento y descubrir las caras que el paso de los años ha ido borrando. Atrás quedan los momentos vividos, reposando en silencio condenados al descanso eterno.

Shhht! Déjalos descansar.


(a mi tía) 

Preguntas

¿Y tú quién eres?

Pasas con aprobado mi primer chequeo: pies, cabeza, ojos… sí, eres de mi misma especia, pero algo te diferencia del resto del vagón.

¿De dónde vienes?

Descarto Urano y pienso… ¿del Bronx? -qué fácil es caer en clichés-. Aclarada la trama demográfica prosigo con mi examen.

¿Quién te acompaña?

Definitivamente, la vergüenza no. Haces oídos sordos al murmullo y eclipsas las las risas esporádicas con un solo oxidado al aroma de cerveza.

¿Quién te espera?

El eco de un “hola!” me abre las puertas a tu casa. Vacío, rugir de puertas, leche caducada y una sola sombra, la tuya. Claustrofobia y oscuridad, tus fieles amantes.

¿A dónde vas?

El tren se para y abandonas el vagón para sentarte en un banco del andén. Te observo mientras retomamos la marcha. Me cruzas la mirada, sonríes y te preguntas ¿y tú quién eres?

miércoles, 6 de enero de 2010

La fuerza del 3

No pretendo atentar contra Tele5, tranquilos creatas, vuestros derechos intelectuales siguen intactos –además me declaro antislogan por sistema-. Esto es más bien fruto de un arrebato sentimental provocado por una de esas eternas esperas en el metro de NY (que un día probablemente incluso acabe echando de menos). Sí, a falta de iPods o similares, y dado que la estación de Bowery no figura entre las más interesantes, me he puesto a darle al coco. Resultado: ¡urra al 3 y a mi capacidad de auto-entretenimiento!

Nunca había reparado en la energía del triángulo. Pensadlo, ¿cuántos tríos conocidos os vienen a la mente? Como mínimo 3, ¿no? Bueno, 4 si incluimos entre los encuestados al sexo masculino, pero teniendo en cuenta el alto contenido emocional del siguiente relato, excluyámoslos directamente (sin ofender! Algo me dice que hasta les esto haciendo un favor…). A lo que iba: el trío calavera, los tres cerditos, los tres reyes magos, etc.

Sí, si lo pienso mi vida gira en torno al 3. Da la casualidad (tampoco creo en las casualidades, pero me sigue gustando la expresión) que sin querer siempre he acabado formando el tercer ángulo. ¿Quién dijo que tres fuesen multitud? La experiencia me dice que es la dosis exacta para la perfecta combinación. Si entre mis lectores se encuentra algún aludido, sólo me cabe agradecerles haberme concedido el honor de completar tal fórmula.

Perdón, me he precipitado con los agradecimientos. Que ¿por qué? Allá va mi teoría:

Somos animales sociales, por lo que el 1 queda automáticamente descartado. Aparentemente el 2 no implicaría inconveniente, cierto, pero también somos humanos y, en consecuencia, emocionalmente susceptibles. O sea, que si dejásemos fluir nuestros arrebatos exclusivamente entre 2, lo más probable es que acabemos retrocediendo al 1 (meeec). El 3, en cambio, permite remitir tales impulsos contra dos “unos”, con lo que para cuando agotamos la paciencia de uno de ellos siempre nos quedará el comodín del uno restante y viceversa. Yo lo llamo la teoría de la compensación. Si ya existe, perdonadme de nuevo, si no os permito un breve “buuuf” por haberme acompañado inútilmente a lo largo de esta infumable comedura de olla. Blame the  MTA New York City Transit.

martes, 5 de enero de 2010

Z en Futurlandia

En los parques de atracciones nos debatimos a codazos las primeras filas de los vagones. Qué sensación más horripilantemente agradable la de sentir como el estómago se abre camino hacia la garganta hasta parecer poder vomitarlo. Masoquismo adrenalínico: el precio que todo ser humano gusta pagar de vez en cuando para recordarse a sí mismo que sigue vivo.

Llevado a un gag cuotidiano podría plasmarse de la siguiente manera: una chica, llamémosla Z, y una agenda por estrenar a día 1 de Enero.  En este caso el motor digestivo experimentaría un estrangulamiento y la sensación de vómito quedaría sustituida por un leve ahogo –lo sé, la cosa no mejora-. Z padece horror vacui. Ante ella reposa indemne el mejor regalo que nos ha cedido la historia: libertad. Folios y más folios en blanco esperando al bautismo. Pero ¿cómo estrenarlos? He ahí la cuestión.

La vigésimo tercera primavera de Z ha culminado en un inmenso interrogante. Finiquitada su larga etapa estudiantil, abandona el pupitre para lanzarse de pleno al vacío: el futuro. Mamá pájaro arroja a sus polluelos del nido para que aprendan a volar. Hoy en día se la podría denunciar por mala práctica y abuso de menores, pero no va al caso. Retomando la naturaleza homo sapiens de Z, sería completamente comprensible y aceptable que decidiese acusar a sus instructores de la misma negligencia que mamá pájaro. Acompañarla de la mano durante todos estos años y abandonarla de pronto al amparo de su yo incierto. ¡Hay que ver!

Z deberá asumir, cómo en su día lo hicieron A, B o C, que atrás quedó el período teen y que llega un momento para todo pájaro y no pájaro de desplegar sus alas y volar si no te la quieres pegar de morros contra el suelo. Ante ella se yergue imponente la década de las decisiones, una montaña rusa en la que de haber sido advertida hubiese elegido el asiento trasero.

Z, abróchate el cinturón que esto despega.

lunes, 4 de enero de 2010

Coloquios cafeinados

A compensaba la gélida tarde neoyorquina a orillas de un brownie flotante, -nada como amistarse con una buena dosis calórica para hacer esta época del año más llevadera-. Por cierto, si hay algo que ofrece esta ciudad son madrigueras. Pequeños, medianos y grandes cafés en los que ivernar en compañía de un buen libro o compartiendo unas risas entre amigos. A falta de ambos, siempre te quedará el vecino de mesa, ese ser curioso que aprovechará cualquier movimiento para entablar conversación.

(Advertencia a los más antisociales: evitar este tipo de espacios. La mayor parte de los habitantes de la gran manzana se perdió aquello de “no hables con extraños”.)

Esta vez el entretenimiento de A pendía de una de estas conversaciones que surgen de un “I’ll have a…” y culminan en un complicado cálculo del dichoso tip (ejercicio en el que, sin ánimo de ofensa, los europeos no brillamos). Más conocidas como “tertulias del huerto”, pues tanto brotan tomateras como malas hierbas. Filosofía y cotilleo, paradójico dos en uno que, acompañado de una buena taza de café, se debaten el top ten de mis momentos favoritos.

La segunda culpable de que a más de uno le pitasen los oídos esta tarde era yo. Entre tema y tema, una perla: “¿por qué no creas un blog?”. Y así, tras un bla, bla, bla sobre los pros y contras de la cultura Blogger, A aniquiló un brownie que nunca llegará a ver realizada esta iniciativa. Estés donde estés, perdónala. Por mi parte sólo me cabe agradecerle a A su confianza o su insensatez. Sea como sea, si sale mal la cosa, perdonadla también vosotros.