domingo, 28 de marzo de 2010

Cacahuete paradise

¡Alérgicos abstenerse! En plena orta del Village hay cover free destino Texas. En Bleecker con Thompson se encuentra The Back Fence, un entrañable antro familiar que acoge el country más neoyorquinizado de la ciudad. El sitio perfecto para tararear “las del coche” entre amigos, cervezas y nuts o disfrutar de las impros y de la cercanía del Cash de turno. Manteles estilo picnic, restos de adornos de hace 15 Navidades, microclima cervecero y el toque de la casa: una alfombra de polvillo de cáscara de cacahuete. El súmmum de lo trashy, el top ten de lo cool. A todo alternata semi-digno debe sonarle como mínimo el nombre.

Entre sus asiduos brotan como setas los de mi especie, los de paso. Unos se conforman con una sola sesión de steady Matt, otros lo incorporamos durante unos meses a nuestro schedule semanal. Pero todo lo bueno se acaba. Mi última sesión de martes noche puso fin a “Bárbara en NY”, season 1. En escena los de siempre, de props unas birrillas y en off un steady Matt más tierno que nunca. Su Cecilia versionada hizo sonreír un día más a Sofía y nos arrancó unas cuantas carcajadas al resto de cómplices. Volvimos a hacer diana con los cacahuetes, a ahogar nuestras penas en malta, a brindar por el presente y a fantasear sobre el futuro. Esta vez hasta nos calló una ronda a cortesía de un New Yorker o muy sediento o con los bolsillos muy llenos.

Esa noche el metro no quiso ser menos y, en un ataque de celos, me cambió el recorrido del tren a mitad de trayecto dejándome al amparo de un Tribeca desolado. Mi último recorrido matutino por un SOHO desértico me regaló esos minutos de reflexión neoyorquina que tanto echaba de menos. Para cuando los bostezos empezaron a ganar terreno a mi estado zen, surgió un taxi de la nada que se ofreció a llevarme gratis a casa. Tres rechazos polite más tarde, acabé aceptando el ride y ahorrándome media hora de metro y unos cuantos dólares.

Como cada martes antes de meterme en la cama, descubrí un par de polizones en mis botas, dos cacahuetes suicidas que lancé a la papelera junto a mis 7 meses de Nueva Yorks, de subways y de historias. Porque al fin y al cabo, las experiencias, como los cacahuetes sirven para desencascarar, saborear y desechar. No desaparecen, se convierten, como en The Back Fence, en la superficie que pisamos para seguir caminando.

No hay comentarios: