¿Y tú quién eres?
Pasas con aprobado mi primer chequeo: pies, cabeza, ojos… sí, eres de mi misma especia, pero algo te diferencia del resto del vagón.
¿De dónde vienes?
Descarto Urano y pienso… ¿del Bronx? -qué fácil es caer en clichés-. Aclarada la trama demográfica prosigo con mi examen.
¿Quién te acompaña?
Definitivamente, la vergüenza no. Haces oídos sordos al murmullo y eclipsas las las risas esporádicas con un solo oxidado al aroma de cerveza.
¿Quién te espera?
El eco de un “hola!” me abre las puertas a tu casa. Vacío, rugir de puertas, leche caducada y una sola sombra, la tuya. Claustrofobia y oscuridad, tus fieles amantes.
¿A dónde vas?
El tren se para y abandonas el vagón para sentarte en un banco del andén. Te observo mientras retomamos la marcha. Me cruzas la mirada, sonríes y te preguntas ¿y tú quién eres?
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